Hoy toda la Iglesia Católica se une en penitencia, abstinencia y ayuno para conmemorar la Pasión del Señor. Entre las actividades de este día están el Vía Crucis, el Sermón de las Siete Palabras del Señor Jesús en la Cruz; las procesiones con la imagen de Cristo y de su Madre Dolorosa, entre otros.

Este día la Iglesia no celebra la Eucaristía y ningún sacramento, a excepción de la Reconciliación y de la Unción de los Enfermos.

La celebración litúrgica conmemora la Muerte del Señor, se realiza también la celebración de la Palabra que concluye con la adoración de la Cruz y con la Comunión Eucarística, consagradas el Jueves Santo.

El dogma del Cristianismo Católico le ha dado un gran valor religioso al Viernes Santo. Las principales celebraciones de la Semana Mayor se materializan precisamente este día, es un tiempo de dolor y luto para los cristianos por la muerte del Mesías.

La Iglesia Católica tiene como creencia que ese día fue que Jesús exhaló por última vez, es por esta razón que manda a sus fieles a ayunar para sacrificar el cuerpo de los gustos.

Como parte de la celebración religiosa en este día, siguiendo una antigua tradición, en la capilla no se celebra la Eucaristía y sólo se adoradora la cruz.

En lugar de la misa, se realiza la “Liturgia de la Pasión del Señor” a media tarde del viernes, de ser posible cerca de las tres de la tarde, hora en la que se ha situado la muerte del Señor en la cruz. Por razones pastorales puede celebrarse más tarde, pero no después de las seis de la tarde.

El color de la sangre

El vestuario del sacerdote y el diácono es de ornamentos rojos, en recuerdo de la sangre derramada por Jesucristo en la cruz. Los obispos participan en esta celebración sin báculo y despojados de su anillo pastoral. Antes de iniciar la celebración, el templo se presenta con las luces apagadas, y de no ser posible, a media luz.

El altar se encuentra sin manteles ni adornos, mientras que a un costado de éste, ha de disponerse un pedestal para colocar en el la santa cruz que será ofrecida a veneración.

El comienzo de esta celebración se hace en silencio. El sacerdote se postra frente al altar con el rostro en tierra, recordando la agonía de Jesús. El diácono, los ministros y los fieles se arrodillan en silencio unos instantes. El sacerdote, ya puesto de pie, se dirige a la sede donde reza una oración colecta.En seguida, estando los fieles sentados, se inicia la Liturgia de La Palabra: se proclaman dos lecturas, la primera del profeta Isaías.

Después de la segunda lectura, sin aclamación, se proclama el relato completo de la “Pasión según San Juan”, en cuya lectura participan varias personas, leyéndose los papeles de Jesús (por el diácono o el sacerdote), el cronista por una persona y el Sanedrín (las personas que aparecen en el relato) por otro, siendo un seglar el que informa de lo que se va a ir realizando a lo largo de ésta celebración, al igual que en el día anterior.

La homilía es algo más breve de lo habitual debido a lo extenso del Evangelio.

Oración universal

La Liturgia de la Palabra finaliza con la “Oración universal”, hecha de manera solemne. Se ora por la Iglesia, por el papa, por todos los ministerios —obispos, presbíteros y diáconos— y por los fieles, por los catecúmenos, por la unidad de los cristianos, por los judíos, por los que no creen en Cristo, por los que no creen en Dios, por los gobernantes, y por los atribulados.