No obstante, concluye Lopes, «Lula bien puede usar la crisis como una oportunidad para construir coaliciones para un cambio global sistémico».

Nairobi.- Como si fuera la vuelta de un hijo pródigo. Así ha celebrado África el regreso de Luiz Inácio Lula da Silva a la Presidencia de Brasil, con la esperanza de que impulse una relación bilateral descuidada por su antecesor, Jair Bolsonaro.

Lula, de 77 años, juró el cargo este domingo tras vencer en las elecciones del pasado octubre al ultraderechista Bolsonaro, de 67 años y único presidente que no consigue la reelección en la historia del gigante sudamericano.

La elección del líder izquierdista recibió el aplauso de numerosos presidentes del continente africano, como el sudafricano Cyril Ramaphosa, el angoleño João Lourenço o el keniano William Ruto, quienes abogaron por reforzar las relaciones con Brasil.

En su discurso de investidura, Lula citó el fortalecimiento de la «cooperación con los países africanos» entre las prioridades de su política exterior.

El flamante presidente también defendió a los 119,2 millones de afrodescendientes (más de la mitad de los habitantes del país) de Brasil, la segunda nación con mayor población negra y mestiza del mundo después de Nigeria.

«Es inaceptable -denunció- que negros y mulatos sigan siendo la mayoría pobre y oprimida de un país construido con el sudor y la sangre de sus ancestros africanos».

Sus dos primeros mandatos (2003-2010) dejaron muy buen sabor de boca en África, un continente ligado a Brasil desde el siglo XVI, cuando los portugueses trasladaron allí a millones de esclavos de sus colonias africanas para producir caña de azúcar.

Lula visitó entonces «más de treinta» naciones africanas y abrió «embajadas en diecinueve países» del continente, según recordó él mismo en junio pasado en Sao Paulo en un acto de apoyo a candidatos parlamentarios negros.

«PERDÓN POR LO QUE HICIMOS A LOS NEGROS»

Abrumado por la «deuda histórica» de Brasil con África debido a la esclavitud, que rigió en su país hasta el siglo XIX, el presidente aprovechó uno de esos viajes, el de 2005 a Senegal, para pedir «perdón por lo que le hicimos a los negros».

Como remarca a EFE el reputado economista de Guinea-Bisáu Carlos Lopes, el mandatario también «logró aumentar el comercio y la inversión de Brasil en África a niveles récord» durante su primera etapa en la jefatura del Estado.

De hecho, el comercio de Brasil con África aumentó más de seis veces entre 2000 y 2008, al pasar de 4.200 millones de dólares a 25.900 millones de dólares debido, en gran parte, al impulso del Gobierno de Lula, según datos del Banco Africano de Desarrollo.

De esa manera, Brasil «fue considerado junto a China, India y otros actores mundiales como parte de los nuevos motores de crecimiento» de la economía global, agrega Lopes, exsecretario ejecutivo de la Comisión Económica de la ONU para África (UNECA).

Asimismo, Lula expuso «las preocupaciones de África dentro de grupos poderosos como el G20 (países industrializados y emergentes)», declara a EFE el analista político keniano Tee Ngugi, que destaca su tendencia a «empatizar con las naciones más pobres».

El vínculo con África empezó ya a debilitarse con sus dos siguientes sucesores en la Presidencia, Dilma Roussef (2011-2016) y Michel temer (2016-2018), aunque esa tendencia se acentuó con Bolsonaro (2019-2022), quien no pisó suelo africano en su mandato y limitó las relaciones diplomáticas y comerciales con el continente privilegiando el trato con potencias como Estados Unidos.

«Durante la presidencia de Bolsonaro, África perdió su asociación con Brasil. El grupo BRICS (bloque de países emergentes que integran Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) perdió poder y su influencia disminuyó significativamente», sostiene Ngugi.

LULA, ¿LA PANACEA?

El analista keniano cree que la vuelta de Lula «revitalizará a los BRICS y los posicionará como una voz para las regiones más pobres del mundo».

«Esto -añade- se debe a que la de Brasil es una voz que el mundo escuchará y a que Lula, a pesar de su pequeña estatura física, es un gigante ideológico».

Pese a la euforia desatada en el continente por el retorno del carismático líder brasileño, nada garantiza que sea la panacea para reavivar la relación bilateral porque, como advierte Lopes, «los tiempos ahora son bastante diferentes».

«La alta inflación, los costos de endeudamiento que se disparan para los mercados emergentes y fronterizos, y las tendencias de desvinculación comercial limitarán las ambiciones de Brasil, dado que el propio Lula hereda de su predecesor una economía que lucha por satisfacer las demandas sociales y los caóticos déficits de infraestructura», argumenta el economista guineano.

No obstante, concluye Lopes, «Lula bien puede usar la crisis como una oportunidad para construir coaliciones para un cambio global sistémico».

Pero ya dice el refrán que para bailar tango se necesitan dos y, por tanto, «también depende de África cultivar lazos más estrechos con Brasil y encontrar formas de aprovechar esa amistad en beneficio de los entornos internacionales», apunta Ngugi.

Pase lo que pase, nadie parece dudar de que, como remarca el experto keniano, «con Lula de vuelta, África tiene un amigo».