Su voz estuvo en el corazón de la gante por más de 45 años. El artista Rubby Pérez falleció tras desplomarse el techo de la discoteca Jet Set a los 69 años de edad, mientras amenizaba una fiesta la madrugada del pasado lunes.

El alma de Rubby Perez no estaba en el canto. Desde niño ha sido un acérrimo seguidor del béisbol. Practicaba ese deporte con sus amigos en su pueblo natal de Haina, al sur de Santo Domingo.

Rubby Perez

. De cualquier terreno baldío él y su equipo sacaban un campo de béisbol, sin importarles quien fuera su propietario, pues lo que deseaba era ver el impacto de la pelota en su bate y de inmediato se echaba a correr para apenas pisar cuantas bases le fuera posible.

Los intercambios de equipos de béisbol entre las comunidades aledañas a Haina los fines de semanas se convertían en celebraciones constantes a las que nunca faltaba el aún adolescente Rubby Pérez.

Quería ser pelotero

Todo el esfuerzo que había hecho durante muchos años para convertirse en un pelotero de Grandes Ligas (igual que su hermano Neifi Pérez) fue en vano.  El 13 de junio de 1972 fue atropellado por una camioneta en la comunidad de Piedra Blanca, en Haina, fracturándose su pierna derecha.

Un sueño rodaba por el suelo. Tan sólo tenía 15 años de edad y se estaba convirtiendo en uno de los mejores jugadores de pelota de su comunidad.

Una desgracia

 El recuerdo funesto de aquella desgracia lo lleva como su sombra, pegado a su conciencia. “Ese día yo venía con mi padre desde Baní y lamentablemente él me tuvo que dejar en un lugar para que me trasladara a mi pueblo y en ese trayecto ocurrió un accidente muy feo, en el que resulté con mi pierna derecha lesionada y desde ahí te aseguro que cambió toda mi vida”.

El accidente le costó dos largos años de terapias y casi un año de internamiento en el Hospital Dr. Darío Contreras de Santo Domingo. Era el paciente de la cama número trece.

Cuando tenía dos meses interno, con sus canciones y una guitarra en manos deleitaba a los enfermos y visitantes del lugar, pero como no conocían su nombre lo llamaban por el mote de “Cama trece”.

No se imaginaba Rubby que un lamentable accidente sería el inicio de su carrera. Entonces, desde su lecho, empezó a hacerse popular su voz en el centro hospitalario. El repertorio era muy reducido: interpretaba las canciones de Fausto Rey, que para la época estaban muy pegadas en el país, especialmente “Yolanda” y   todos los días tenía que cantar varias veces a petición de médicos, enfermeras y compañeros de pabellón.

La voz de Rubby ayudaba a espantar el tedio y la soledad. Una canción fortalecía más que tres días de inyecciones y pastillas.  “Cuando me ingresaron al Darío Contreras era un interno más, pero con el tiempo la gente me fue tomando cariño. Traigo conmigo gratos recuerdos. De ese tiempo recuerdo a una enfermera, llamada Mamá Carmita y no olvido a los ortopedas Martínez, Suero y Haché, así como los compañeros de cama… yo cantaba en los momentos de reposo y a todos les gustaba”.

Durante los próximos cinco años (1972-1977) estuvo fuera de las aulas. El coro de la iglesia parroquial sustituyó durante aquel periodo la escuela. Era un espacio de música celestial, pero de profunda meditación.

Pero en poco tiempo se fue recuperando hasta iniciar una nueva etapa de su vida, pues le surgió la idea de formar parte de una orquesta. Un vuelco en su vida que sus padres y amigos encontraron extraña.

Fue en el año 1977 cuando ingresó por primera vez a una agrupación de merengue llamada Los Pitágoras del Ritmo, en Haina y más tarde pasó a Los Juveniles de Baní. También fue parte de los coristas del Ateneo Dominicano y del Conservatorio Nacional de Música.

Con Fernando Villalona

En 1980 ingresó a la orquesta de Fernando Villalona, recomendado por uno de los trompetistas que lo había escuchado cantar.

A Rubby lo habían visto cantar en un bar con Los Juveniles de Baní. Como Villalona no encontraba quien sustituyera a Raulín, tocando en El Show del mediodía, dijo: Si hay alguien que pueda hacer estos coros que venga esta noche a un baile que vamos a tocar en la Esquina Caliente de Herrera.

Esa noche Rubby estaba dando una serenata con unos amigos y cuando terminaron, aproximadamente a las 12:00 de la noche, se fueron a la fiesta de Villalona.

Cuando llegó a la puerta, Fernando lo vio de lejos y por el micrófono vociferó al portero: “¡Ey déjalo entrar!” Cuando ingresó, Fernando le preguntó si se sabía a “Marisela”, a lo que él contestó afirmativamente y Rubby entonó el merengue.

Luego lo puso a cantar “La tuerca” y al finalizar ese tema, Popo Cadena, quien era el saxofonista, le gritó a “El mayimbe”: “Oye, no busques más, ése es tu hombre, quédate con él”.

De inmediato le contrató con un salario de 35 pesos por baile. Antes de aceptar a Rubby, Villalona había probado a Charlie Rodríguez, quien no se quedó por su baja estatura.

Su entrada a la importante agrupación ocurrió en enero de 1980 y de inmediato grabó a dúo con Fernando el tema “Pato robao”.

“Tuve mucha suerte que Villaona me escogió. Recuerdo que grabamos al unísono el tema “Pato robao”, porque Villalona quería darle un giro a su orquesta y quería hacer cosas diferentes, pero sólo grabé ese tema con él”, dijo.

Una broma

Un mes después de entrar a la orquesta se fue de gira a Nueva York donde permaneció varias semanas.

“Cuando íbamos en el avión, recuerdo que era de Dominicana de Aviación, una de las azafatas me llevó comida a mi asiento y como no tenía dinero la rechacé, porque creía que había que pagarla. En eso mis compañeros empezaron a burlarse de mí y Martín Villalona me dijo: muchacho eso es gratis, cómetela, pero la vergüenza que tenía era tan grande que la comida ni me pasó”, dijo.